Nuestro concepto
de salud está generalmente basado en la ausencia de enfermedad. Nos consideramos
saludables porque no se nos diagnosticado una enfermedad concreta, o porque no presentamos
síntomas aparentes de enfermedad: no tenemos fiebre, infección, o hinchazón y dolor en las
articulaciones, palpitaciones violentas en el pecho o cáncer. Mientras no
tengamos que ir al médico, estamos saludables. Nuestra idea de salud está
además limitada mayormente al cuerpo físico, con algunas excepciones de cuadros
extremos mentales. Desde esta perspectiva, nuestro actual concepto de salud no
sólo es negativo sino también limitado.
El ser humano es una unidad y todo lo relativo a esa unidad está
inextricablemente relacionado e interconectado. La ausencia de síntomas físicos
concretos no es suficiente para determinar el estado de salud de un individuo. Para
sentirse realmente saludable es preciso contar simultáneamente con un nivel
alto de vitalidad, con integridad emocional y fuerza espiritual.
En Homeopatía, la salud se define como libertad. Libertad física, emocional
y mental, que le permita al ser humano desarrollar su destino y perseguir sus
objetivos libremente. Samuel Hahneman, el fundador de la medicina homeopática,
estableció que, “En el ser humano saludable, la fuerza vital gobierna
libremente el organismo, manteniendo todas sus partes en funcionamiento
armónico, tanto en las funciones como en las sensaciones, de modo que la mente
dotada de razón pueda utilizar este organismo vivo y saludable para los fines
más nobles de nuestra existencia”, (Organon, 9).
La tarea del homeópata es restablecer la armonía en todas las esferas del
paciente, de forma suave y duradera, de modo que pueda reemprender su vida con
la mayor plenitud y vitalidad posible. Por este motivo en la consulta
homeopática no sólo se valoran los síntomas físicos del paciente, sino también
su estado emocional y mental, su cuadro genético, su pasado traumático, y hasta
sus sueños. Toda aquella información que le permita al homeópata obtener una
idea completa del paciente es fundamental para llegar a recetar un medicamento
que sea capaz de efectuar una cura profunda de la persona. El objetivo es seleccionar
una sustancia homeopática que cubra todas las esferas del individuo.
La falta de armonía que llamamos
enfermedad se expresa tanto en los síntomas físicos como también en cuadros
mentales y emocionales. Por eso, a la hora de una consulta de seguimiento, el
homeópata no solo valora la resolución de los problemas físicos y emocionales,
sino el correlativo incremento en el bienestar general del paciente, su nivel
más alto de vitalidad, así como los cambios positivos que han ocurrido en su
vida. Por ejemplo, en un paciente tratado con Lycopodium Clavatum, el homeópata
espera que no sólo se le curen los síntomas de asma y de distensión abdominal,
sino también que se modere su excesiva timidez social, a la vez que se
atenúe su tendencia dominadora, bajo la cual esconde su gran complejo de
inferioridad. En otro ejemplo, el paciente que recibe Arsenicum Album, no sólo
deberá volver a la consulta presentando una mejoría de su ulcera sangrante,
sino que también expresará que en general siente menos frío, duerme mejor por
la noche y ya no tiene pensamientos obsesivos sobre la pobreza o la muerte. Así
mismo, una paciente que ha recibido un tratamiento de Sepia Officinalis, no
sólo verá regularizada su menstruación y mejorada su anemia y fatiga crónica,
sino que también alegará llevarse mejor con su marido y con sus hijos.
Esto es lo que denominamos
en homeopatía curación integral, aquella que ocurre en todas las esferas de un
ser humano, reorganizando el funcionamiento equilibrado del organismo en su
totalidad, y proporcionándole finalmente al paciente su potencial máximo de
vigor y vitalidad.