Nuestra fuerza vital - por ser energía (" dinamis") de índole espiritual - no puede ser agredida o afectada por influencias que actúen sobre el organismo sano excitadas por esas fuerzas externas hostiles que perturban al juego armonioso de la vida como no sea en un modo también espiritual (dinámico ), y de igual manera tales perturbaciones mórbidas (enfermedades) no pueden ser eliminadas del organismo por el médico si no es recurriendo a los poderes recíprocos de índole espiritual (dinámicos, virtuales) de las medicinas que correspondan ser administradas, cuyos poderes actúan sobre nuestra fuerza vital de índole espiritual que los percibe por medio de la facultad senciente de los nervios distribuidos por todo el organismo; de modo que es sólo debido a su acción dinámica sobre la fuera vital que los remedios son capaces de restablecer la salud y la armonía vital y esto por cierto que se logra una vez que los cambios en la salud del paciente, discernibles por medio de nuestros sentidos (la totalidad de los síntomas), hayan revelado la enfermedad al médico investigador y cabal observador, tan íntegramente cuanto sea necesario para que él llegue a ser capaz de curarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario